El coche a gas es un coche híbrido al poder utilizar dos carburantes, gasolina y gas, y por tanto dos tecnologías para propulsarse. En cuanto al gas, este puede ser a su vez puede ser de dos tipos distintos y para modelos diferentes. El primero es el GNC o Gas Natural Comprimido que es metano. El segundo es el GLP o Gas Licuado del Petróleo, que es una mezcla de diversos gases convertidos a estado líquido, y que normalmente son butano o propano o una mezcla de varios. Al GLP también se le llama AutoGas.
Una de sus características más importantes es que su personalidad híbrida y sus menores emisiones les dotan de la etiqueta ECO de la DGT, con todas las ventajas que hemos ido explicando a lo largo de otros consejos. Esta etiqueta les permite beneficiarse también de las ayudas de los planes gubernamentales a los vehículos de combustibles alternativos, así como de otras de los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas.
A los coches de gas no hay que tenerles miedo, pues hoy en día el gas es el combustible alternativo más usado en todo el mundo. En concreto, sólo de AutoGas (GLP) hay ya más de 30 millones de vehículos rodando a nivel global, de los cuales alrededor de 19 millones se encuentran en Europa.
¿Qué son?
Son en realidad vehículos bifuel, es decir, que pueden funcionar con dos combustibles. De ellos uno es siempre la gasolina, aunque realmente sea al que se le da un menor uso y el otro es gas. Por tanto, cuentan con un motor térmico tradicional de combustión, que incluye un sistema de inyectores que dirigen el gas a los cilindros y a una centralita específica. Además, tienen los depósitos diferenciados para gasolina y gas y las canalizaciones respectivas desde estos al motor.
Aunque pueden usar sin problemas dos combustibles indistintamente, el coche siempre arranca usando gasolina, al igual que inmediatamente después de repostar, cuando la centralita está analizando la pureza del gas. A partir de unos pocos kilómetros, el coche siempre usará gas por defecto, debido a los ahorros en combustible que supone.
Ventajas
El gas, sea cual sea su denominación, es un combustible más barato que la gasolina, estimándose ahorros de cerca del 40%, aunque oscila según modelos y potencias. Por eso se debe circular siempre en modo gas, lo que también conlleva ventajas medioambientales. Estas se cifran en una reducción de las emisiones de NOx de hasta el 85%, de las de partículas en hasta un 96% (que son uno de los contaminantes más peligrosos para nuestra salud), del CO2 en un 25% y del 100% en las de azufre, todas suficientemente destacadas como para tenerlas muy en cuenta. Ya durante el trayecto, es posible cambiar el tipo de combustible que deseemos utilizar en cualquier momento, simplemente activando un conmutador en el salpicadero de nuestro vehículo. El sistema permite cambiar de un carburante a otro también cuando el vehículo está circulando. Esto es por si viajamos con gasolina y hay que cambiar a gas para entrar en una zona de bajas emisiones. Además, conviene forzar de vez en cuando el uso de la gasolina, entre otras cosas para que esta no se estropee en el depósito y pueda causar daños al sistema a posteriori.
Por lo demás, y también para nuestra comodidad, el coche detecta cuándo el gas se está agotando y pasa automáticamente a la reserva, al segundo combustible, que en este caso es la gasolina, sin que nosotros tengamos que efectuar ninguna operación. Por eso también la autonomía es mayor y por tanto podemos retrasar la visita a la estación de servicio, ahorrando tiempo total en las recargas.
Más ventajas son que también están exentos de las restricciones al tráfico que algunos consistorios están imponiendo en momentos puntuales en ciertas ciudades y en las zonas restringidas al tráfico. De igual modo, el pago del aparcamiento en zonas restringidas (azul y verde) en ciudades como Madrid y Barcelona, se ha visto reducido en un 50% y cuentan con rebajas en el coste de ciertas autopistas de peaje, sobre todo en Cataluña.
En cuanto a las características dinámicas del coche, estas no sólo no varían, sino que mejoran aspectos como la eliminación de ruidos y las menores vibraciones, que se ven reducidos del orden del 50%. Además, la calidad de la rodadura es exactamente la misma que con otro tipo de combustibles.
Hay dos modos distintos de contar con un vehículo movido por gas. La primera es adquirirlo directamente de uno de los fabricantes que los producen. Pero también es posible transformar casi el 100% de los motores a gasolina, llevando nuestro vehículo a cualquiera de los más de 800 talleres transformadores que existen en nuestro país. En ellos nos instalarán el depósito en el hueco de la rueda de repuesto, los tubos... y acondicionarán el resto de elementos. Si nos planteamos realizar esta operación, conviene revisar las webs de operadores como Repsol, que a veces ofrecen bonificaciones o cheques-gas para realizar esta transformación. Incluso a veces en los mismos talleres se encuentran también este tipo de ofertas.
Finalmente decir que existe una red numerosa de estaciones de servicio a lo largo de toda la geografía española que cuentan con Gas Natural Comprimido (153 puntos) y Gas Licuado del Petróleo (más de 690 puntos). Además, hay diversas páginas web como gasnam.es y gaslicuado.org donde poder consultar sus ubicaciones, al igual que en gasngo.es que aporta la dirección física donde es posible recargar ambos tipos de gas. Pero también hay diversas aplicaciones para móvil en las que hallar esa gasolinera que buscas cerca de tu casa o trabajo. Una de las más conocidas se llama GasAll. Y específica para GLP y también gratuita es Autogas GLP Spain.
¿Interesan?
Lo primero que hay que apuntar es que los coches a gas vienen siendo entre 1.500 y 2.000 euros más caros que sus homólogos en gasolina o diésel. Es lógico debido a la mayor complejidad técnica, uso de materiales que conlleva, etc. Ese sobrecoste ya hemos visto que se amortiza mediante el menor precio del combustible y, por tanto, cuanto más kilómetros con gas le hagamos a este vehículo más a cuenta nos saldrá. Así que si nuestro coche está pensado para ser intensivo en viajes y en años de uso, el gas resulta una solución recomendable desde el punto de vista económico.
or lo demás, hay que tener en cuenta que el seguro nos saldrá algo más caro y que al tener un doble sistema de propulsión, la probabilidad de fallos y problemas se incrementa, con el consiguiente gasto en el paso por el taller. Y si transformamos un coche a gasolina o diésel, ojo a la garantía y en cuanto al seguro estudiar el nivel de cobertura que nos quede.
FUENTE: NIUSDIARIO